Un hombre se acerca a otro y le propone cobrar un décimo de la lotería nacional premiado con casi un millón de pesetas. Él tiene problemas en casa y no puede declarar ese ingreso. A cambio, entregará a su afortunado ayudante la mitad del premio. Pero el décimo es falso, y el caso, real, un intento de estafa de 2001 que se cerró con tres detenidos.
Hoy, del ‘tocomocho’ hemos pasado a un correo electrónico que invita a invertir en un fondo a cambio de recibir una contrapartida en la criptomoneda del momento. El correo se manda desde un servidor bajo jurisdicción extranjera y registrado a nombre de una sociedad. Tras la inversión, se descubre que la empresa era una pantalla y se pierde su rastro.
Con cantidades menores que antes, pero también con miles de víctimas potenciales al alcance de un e-mail, las estafas se han convertido en el quebradero de cabeza de las fuerzas de seguridad.
Mientras los delitos conocidos en España disminuyen, las estafas no paran de aumentar. Las que se resuelven son cada vez menos.
La tendencia de las estafas es contraria a la del total de delitos. A pesar de los ligeros altibajos, se sigue resolviendo cerca del 36% del total de infracciones, aunque con valores que van de 11,5% en los casos de robos con fuerza a objetos en el interior de un coche hasta el 98% o 99% de, respectivamente, homicidios y malos tratos en el ámbito familiar.
Burocracia Vs. Siglo XXI
El estafador ya no intenta engañar a las abuelas de su barrio, sino a los usuarios de internet del otro lado del planeta. «Es un fenómeno global», aclara una portavoz del Ministerio de Interior: «Un alto porcentaje de las estafas se cometen en línea, lo que dificulta su esclarecimiento y su persecución». Los datos confirman esta explicación. Después de Madrid, donde en 2017 se concentró el 24% de los delitos de estafa conocidos, un 6% de los timos provenían desde el extranjero, más que de cualquier otra provincia española.
La estadística no distingue entre los pequeños timos y las grandes estafas millonarias. Y por eso, lo más probable es que se quede corta. Cuando la estafa es de una pequeña cantidad, el afectado no denuncia: «Vemos que aumentan las estafas a pequeña escala cuantitativa, pero con mucho más impacto», cuenta Almudena Velázquez, directora legal adjunta de Reclamador.es. «El estafador consigue atomizar el prejuicio, dejando solos a los afectados: unos cientos de euros a diez personas en Madrid, otros cientos a una en Jaén, unos cuántos más a cuatro personas en Sevilla y así por todo el país. Presentar un caso reuniendo con tantos afectados ante un juzgado interterritorial como la Audiencia Nacional no es nada fácil», ejemplifica.
En el caso de que uno solo de ellos decida denunciar, deberá meterse en un largo procedimiento penal con una ley que, en este sentido, prevé multas de uno a tres meses si la cantidad defraudada no excede los 400 euros. Las estafas que ronden esa cifra difícilmente se denuncian y, por lo tanto, no se persiguen y no llegan a aparecer en los datos oficiales del Ministerio.
Cuando la policía empieza a investigar, la presencia de personas fuera de España implica enviar peticiones rogatorias que pueden tardar meses en obtener una respuesta… que además puede no ser la que se buscaba. Fabio Wizner, letrado del despacho Durán & Durán abogados, ha representado a clientes en varios casos de presuntas estafas en el mercado Forex, en plataformas de criptomonedas o en inversiones en productos financieros «virtuales». En su experiencia, «la Policía Nacional a menudo no tiene los medios para rastrear lo que puede ser una empresa en otro país, que trabaja con criptomoneda y en un mercado con productos financieros complejos», relata. «La movilidad del dinero hoy es inmediata, los tiempos de la administración, que pueden tardar seis meses en admitir una querella en la que se piden escuchas telefónicas e intervenciones de cuentas, ya no valen», añade.
Del chino de Malasaña al criminal moderno
El estafador ‘de barrio’ no ha desaparecido del todo. Lo demuestran los casos del ‘chino del infarto’, que pedía ayuda en los portales de Malasaña tras padecer un supuesto paro cardíaco, o todavía casos de falsos décimos de lotería por cobrar. Pero, a la vez que el estafador, han cambiado los afectados. Los expertos consultados avisan de que para entender el aumento de las estafas hay que olvidarse de la señora anciana y sola en casa y centrarse en las personas por debajo de 45 años acostumbradas a trabajar en Internet. «El delincuente ahora se ha especializado: es la modernización de la criminalidad», resume el abogado Fabio Wiezner.
Las nuevas estafas acaban llenando también los buzones de las asociaciones de Consumidores. Miguel Ángel Serrano Ruiz, miembro del gabinete jurídico de FACUA, puntualiza que, con este cambio de perfil, el potencial estafado es más desprotegido: «el consumidor está en una situación de inseguridad, porque él mismo no sabe quién es el autor de la estafa. Antes, si venían a cobrarte por una supuesta avería del gas, sabías quién se metía en tu casa. Ahora no, y ante esa misma dificultad se encuentran las autoridades públicas, desde la policía hasta los jueces».
La Asociación de Consumidores alerta, sin embargo, que los esfuerzos de la administración pública deberían centrarse en prevenir los casos que, aunque no se corresponden con la definición legal de estafa, sí son «fraudes a escala masiva«, recuerda Serrano Ruiz: «Estamos viendo cada vez más casos como el de las preferentes, el de Volkswagen o el cierre de iDental. Son todos mecanismos que estaban funcionando con el beneplácito de la administración y, de repente, se descubre que eran fraudulentos».
Aprender a no contestar a los correos que prometen herencias millonarias de un tío abuelo muerto hace años en Nigeria no servirá para evitar el próximo Dieselgate, pero sí para ahorrarse un disgusto y un agujero en la cuenta bancaria.
Fuente: elconfidencial.com