En agosto de 2013 Christian Gerhartsreiter fue condenado por un juzgado de Los Ángeles a un mínimo de 27 años de cárcel por asesinar a su casero: John Sohus. Y tuvo suerte: no se reunieron las suficientes pruebas para acusarle también de acabar con su mujer, Linda. Sólo después del proceso conocimos la verdadera historia de este delincuente que, durante décadas, se hizo pasar por uno de los miembros de una de las familias más ricas del mundo. Gerhartsreiter era el carismático y misterioso Clark Rockefeller.
Su historia de estafas, falsas identidades y dobles vidas es tan farragosa que, a su lado, las aventuras del pequeño Nicolás parecen cosa de aficionados. “Era un tipo que llegaba a un club de yates de Connecticut sin conocer a nadie, vestido con ropa de muy buen gusto y un marcado acento falso, y no sólo se hacía pasar por Clark Rockefeller, además salía de allí como el jefe de un nuevo departamento de bonos en un banco de Wall Street”, explica a The Telegraph el escritor Walter Kirn.
El novelista norteamericano, conocido por su libro Up in the Air, que fue llevado al cine con George Clooney en el papel protagonista, fue amigo íntimo del impostor. Durante 10 años, entre 1998 y 2008, Kirn creyó que Clark Rockefeller era, en efecto, un poderoso financiero y coleccionista de arte miembro de una de las familias más ricas del mundo. Ahora se siente avergonzado, pero al menos su adulterada relación le ha permitido escribir Blood Will Out (Corsair), un libro en el que narra la historia de este farsante que llegó a ser su amigo.
Historia de un impostor adolescente
Gerhartsreiter nació en la villa bávara de Bergen (Alemania) en 1961, en la familia de un pintor de brocha gorda y una costurera. En 1978, con sólo 17 años, conoció a una pareja americana que estaba viajando por Alemania. El año siguiente utilizó sus nombres para obtener un permiso para visitar EEUU, con la excusa de que estos le habían invitado a California. Al llegar a América se hizo pasar por un estudiante de intercambio, hijo de una adinerada familia alemana y logró que una pareja de Berlín (Connecticut) le acogiera.
Después de que su familia adoptiva le expulsara de casa, Gerhartsreiter se cambió sutilmente de nombre –ahora se hacía llamar Chris Gerhart–, se matriculó en la Universidad de Wisconsin-Milwaukeee y se casó con una muchacha de 22 años con el único objetivo de obtener la ‘green card’, el documento que permite a los extranjeros vivir y trabajar en EEUU. Para convencerla de que tenía que casarse se inventó que, de lo contrario, tendría que volver a Alemania donde sería llamado a filas para combatir en la Guerra Fría. Sólo un día después del enlace, Gerhartsreiter abandonó a su mujer y se fue a California: quería hacerse un hueco en el mundo del espectáculo.
En 1994, se encontraron los restos de John Sohus en el patio trasero de su casa, pero para entonces Gerhartsreiter ya no era Chichester, era el adinerado, elegante y cautivador Clark Rockefeller
En San Marino (California) se hizo pasar por un barón inglés llamadoChristopher Chichester, familiar de la reina y de Lord Mountbatten, y amigo íntimo de George Lucas. Se alojó en una casa de huéspedes y se ganó a sus propietarios: John Sohus y su mujer Linda. Probablemente, sus nuevos amigos descubrieron el pastel y, a mediados de los 80, desaparecieron. La policía sospechó que Gerhartsreiter tenía algo que ver con su ausencia, pero él insistía en que la pareja se había trasladado a Europa. El impostor huyó, se cambió el nombre y los investigadores perdieron su rastro. En 1994, se encontraron los restos de John Sohus en el patio trasero de su casa, pero para entonces Gerhartsreiter ya no era Chichester, era el adinerado, elegante y cautivador Clark Rockefeller.
Un banquero freelance amigo íntimo de Britney Spears
Kirn conoció a Clark Rockefeller en 1995. El escritor trabajaba por aquel entonces en un refugio de animales y el impostor se puso en contacto con él porque quería adoptar a un Gordon setter. En parte para complacer a su mujer, en parte por curiosidad, aceptó llevar al perro a Rockefeller para conocerlo en persona.
Gerhartsreiter había conseguido hacerse pasar por un verdadero miembro de la familia Rockefeller, fingiendo que sus padres habían muerto en un accidente de tráfico. Y su historia convenció a la persona adecuada: se había casado conSandra Bross, una alta ejecutiva de la consultora McKinsey, licenciada en la Universidad de Stanford y la Harvard Business School. El impostor había logrado, por fin, llegar a lo más alto.
Kirn recuerda que el falso Rockefeller se hacía pasar por un “banquero central independiente”, que manejaba el flujo financiero de varios países de Asia. Entre sus amistades íntimas se encontraba Britney Spears y el excanciller alemán Helmut Kohl, aseguraba tener una llave maestra para acceder a todos los edificios del Rockefeller Center, y presumía de contar con información privilegiada: sabía de fuentes fidedignas que el príncipe de Gales y la Reina habían asesinado a Lady Di y que Estados Unidos había firmado un tratado secreto con China para que pudieran invadir Taiwán cuando quisieran.
Gerhartsreiter logró mantener su ficción durante casi una década y tuvo una hija con su esposa a la que, por supuesto, apellidaron Rockefeller. Aunque su mujer ganaba todo el dinero que entraba en la casa, el impostor mantenía un férreo control sobre las finanzas familiares, y se las arreglaba para ocultar su verdadera identidad. Pero en 2006, su mujer, harta de los abusos a los que era sometida, y con la certeza de que su marido ocultaba algo, contrató a un detective privado que descubrió su impostura.
Bross pidió el divorcio, cambió el nombre de su hija y acusó a su exmarido de mentir sobre su identidad. Pese a esto, llegaron a un acuerdo para que el impostor pudiera visitar a su hija tres veces al año. En 2008, en una de sus visitas, Gerhartsreiter trató de secuestrar a su hija. La policía le siguió el rastro y un mes después fue detenido. Había comprado un apartamiento en Baltimore con un nuevo nombre, pero en esta ocasión no pudo desarrollar una nueva identidad: la policía descubrió que sus huellas coincidían con las encontradas en el cuerpo de John Sohus.
Una lección sobre el poder
Cuando la prensa entrevista a Kirn todos le hacen la misma pregunta: “¿Cómo es posible que su amigo lograra engañar a tanta gente, incluido a usted?” El escritor es claro al respecto en su entrevista con The Telegraph: “La principal razón por la que fue capaz de engañar a toda la gente de sangre azul de la Costa Este es que ellos son también unos farsantes. La clase alta estadounidense es una copia barata de la clase alta británica, con su caza del zorro, sus tweeds y sus botas de agua. No se sienten cómodos en ese papel que se han asignado a ellos mismos porque es una copia, y eso es algo que Clark entendió muy bien”.
Las historias que contaba parecían extravagantes a veces, pero de él se esperaba esa excentricidad
El falso Rockefeller recibía a sus visitas en un apartamento de lujo lleno de cuadros de Mondrian, Pollock y Rothko. Eran falsificaciones, pero eso nadie lo sabía. “Puedes acreditarte a ti mismo con posesiones como cuadros de arte, la pertenencia a clubs que parecen exclusivos, con la ropa o con la forma de hablar. En todos estos detalles él había creado una evidencia de su identidad. No había fallos. Las historias que contaba parecían extravagantes a veces, pero de él se esperaba esa excentricidad”.
De su amistad con Gerhartsreiter Kirn aprendió una valiosa lección: una vez que has sido víctima de un impostor te das cuenta de que las técnicas que utiliza están en todas partes: en la política, la publicidad, los medios de comunicación, el arte, las finanzas… Conclusión: “El proceso de ilusión y desilusión está en el corazón mismo de las relaciones sociales”.
Fuente: El confidencial